Un taxi nos lleva hasta el hotel. En el asiento trasero manoseas mi cuerpo y capturas la mirada del taxista en el retrovisor. Has llevado el vestido hasta la cintura y mi sexo esta empapado. En cada semáforo el conductor clava más la vista y lo sabes, por eso aprovechas para pellizcarme y decirme al oído que no suelte ni un respiro. Encuentras la mirada cómplice del taxista en el espejo y comienzas a masturbarme... Mírela, está en celo... al conductor le entran sudores, los míos están mezclados y en tu pantalón, un bulto comienza a llenarse de sangre.
(Foto: cuadro de mandos de un Renault Megane)
Me marcho, buen fin de semana.