Que dieron las cinco y el aire se quedó quieto,
con la levedad de una verónica
la colocó en el ruedo
y al compas de su capote
la hacía mover el diestro.
Que dieron las cinco y el aire se quedó quieto,
sobre el silencio y la sombra
iban templando el deseo
y enardecían los ánimos
lejos ya del burladero.
Que dieron las cinco y el aire se quedó quieto,
y fue el temblor de sus muslos
ovación del acompasado tiempo
cuando dominada en la embestida,
desapareció la sensación del miedo.
(Imagen de la arena )