No sabe si extraña sus manos, su dicha o su deseo. Lo cierto es que la echa de menos. A veces, las alargan, otras puede que las estrechen, que camuflen y disfracen el significado de las palabras. Prostitutas herramientas que permiten que sus almas, y quizás también sus cuerpos, se mantengan como juncos bajo el azote del viento.
(imagen tras la ventana de mi pueblo)