martes, 26 de enero de 2010

Delicioso.


Dejo de sentirme incapaz y suplicante cuando el agua, se convierte en una diosa benévola y amiga que baña la cordillera de mis deseos. Cada gota es un golpe del oleaje directo al cerco de la lascivia. A modo de tenedor y cuchillo mis dedos juegan debatiéndome entre noes y sies. Absurda polémica si sabes que antes de abrir el grifo ya todo está decidido. Te voy a comer el alma, comienza a saborear la mía hoy mismo.