lunes, 15 de febrero de 2010

El aprendiz de espumas, de Carlos Marzal.


Yo conduje a mi niño hasta la orilla,
y él me condujo a mí,
...................................más niño suyo.
Lo conducente, al fin, lo conducido.

Hasta entonces,
............................anduvo ensimismado
en tormentas de arena,
en castillos de almenas imposibles.
Con su pala y su cubo, en ramblas breves
La media tarde se alumbraba oblicua
con dócil resplandor. El mundo en torno
brindaba a aquel volumen mansedumbre,
sin la laceración del mediodía.


El mar y el niño se observaron tensos,
como las criaturas más salvajes.
Tanteaban sus fuerzas,
......................................recelosos,
en una esgrima tácita.

Hasta que el niño desplegó su índice,
y al señalar el mar,
creó desde la nada el mar primero,
fundó desde su amor el horizonte.

Corrió el niño hacia el agua,
y el animal, sumiso,
lamió sus pies descalzos. Para siempre,
tomaron posesión uno del otro,
señores a la vez, mutuos esclavos.

Así fue cómo el aprendiz de espumas
se hizo doctor en olas, erudito
en los cantos rodados, en los nácares,
en los azules yodos intangibles.

Yo me atuve a mi asombro,
.............................................pobre adulto.
¿Por qué,
................si fuimos dueños, no lo somos?

¿Por qué,
................si lo supimos, no sabemos?

¿Adónde fue a parar el paraíso?


Carlos Marzal.


En ocasiones (muchas) encuentro en las palabras de otros
las cosas que yo quiero decir.
Este poema de Carlos Marzal
me gustaría que lo leyese mi amigo Julián.
Aunque él, no disfrute de la poesía.