Sabe que tiene que hacerlo. Es la semana de las tres vergüenzas y del cambio de facturación en la empresa. El trabajo es trabajo, se hace y punto, número arriba número abajo y que todo cuadre. Las vergüenzas es otro tema.
Me refiero a esa vergüenza del “no hacer”. La que se convierten en una espiral. Las vergüenzas de enero. Las de no le he llamado a ver con qué cara me presento ahora. Esas que por un error o un despiste terminan tejiéndose a tu alrededor cual madeja enmarañada y no te dejan mover ficha.
Hasta que un día dices "basta". Y después de haberte saltado la última revisión del dentista llamas por teléfono y cuando vas a decir tus apellidos te interrumpen "no no , si ya se quien eres, le pregunté por ti a tu esposa la última vez que vino". Y claro, llega el día de la cita y tú entras sonriendo cabizbajo porque sabes que has hecho mal… y te daba vergüenza volver a llamar. Y ellos te reciben con su maravillosa sonrisa (que para eso son dentistas) y te quitan importancia a la cosa (también unos ceros de tu cuenta bancaria). Te preguntan porqué no has ido a verles antes, y tu les hablas otra vez del miedo… y como si de aquella primera consulta se tratase… comienzan a hablarte suave, con tiempo, y te explican paso a paso lo que van a hacerte y te cuentan algún chiste y te recuerdan que ya se te había pasado el miedo en aquella última consulta, te tratan como a una rey, y sales a la calle anestesiado y con media boca sonriente, porque tienes al mejor dentista. Y ya no sientes vergüenza.
Como estas de racha decides buscar los libros de inglés que aparcaste antes de las vacaciones navideñas. La profesora incluso te había llamado a casa, y tu esposa que no sabe mentir, le dijo que no estabas enfermo, sólo que estabas prolongando las vacaciones. Piensas que ya sabes porqué tu mujer no asciende en el trabajo, porque le falta mano izquierda y decides armarte de valor y volver a clase. Allí está ella con su inmensa sonrisa (siempre he estado convencido de que es un tic que suena a Gracita Morales) que te recibe escupiéndote lo que crees que es una bienvenida, porque lo poco que te enseñó se te ha olvidado. Y tu la dices " only desmotivation, sorry" y toda la clase se ríe. Y te dicen que te echaban de menos, a ti y a tus risas. Y de pronto nadie quiere ser voluntario y ahí te lanzas tú a chapurrear lo que no has dado. Y termina la clase y la profe se acerca y te da un caramelo y te dice que ella también ha tenido unas malas navidades. Y te anima a seguir viniendo. Y llegas a casa y entras diciendo. Gelous, geluosssssssss. Y ya no tienes vergüenza.
Y la tercera vergüenza es el gimnasio…. Si, el gimnasio. Y sabes que esta semana lo vas a hacer también, regresarás. De esa vergüenza os hablaré en otro rato…que sino se hace el post muy largo y aún tengo que buscar la bolsa de deporte y el carnet de socio… el carnet menos aprovechado de todos los que tengo. Mientras voy a ir practicando: izquierda, derecha, "tu otra derecha, que tu siempre tienes dos"…
Que bien se siente uno cuando se deshace de las vergüenzas del “no hacer”.
Me refiero a esa vergüenza del “no hacer”. La que se convierten en una espiral. Las vergüenzas de enero. Las de no le he llamado a ver con qué cara me presento ahora. Esas que por un error o un despiste terminan tejiéndose a tu alrededor cual madeja enmarañada y no te dejan mover ficha.
Hasta que un día dices "basta"
Como estas de racha decides buscar los libros de inglés que aparcaste antes de las vacaciones navideñas. La profesora incluso te había llamado a casa, y tu esposa que no sabe mentir, le dijo que no estabas enfermo, sólo que estabas prolongando las vacaciones. Piensas que ya sabes porqué tu mujer no asciende en el trabajo, porque le falta mano izquierda y decides armarte de valor y volver a clase. Allí está ella con su inmensa sonrisa (siempre he estado convencido de que es un tic que suena a Gracita Morales) que te recibe escupiéndote lo que crees que es una bienvenida, porque lo poco que te enseñó se te ha olvidado. Y tu la dices " only desmotivation, sorry" y toda la clase se ríe. Y te dicen que te echaban de menos, a ti y a tus risas. Y de pronto nadie quiere ser voluntario y ahí te lanzas tú a chapurrear lo que no has dado. Y termina la clase y la profe se acerca y te da un caramelo y te dice que ella también ha tenido unas malas navidades. Y te anima a seguir viniendo. Y llegas a casa y entras diciendo. Gelous, geluosssssssss. Y ya no tienes vergüenza.
Y la tercera vergüenza es el gimnasio…. Si, el gimnasio. Y sabes que esta semana lo vas a hacer también, regresarás. De esa vergüenza os hablaré en otro rato…que sino se hace el post muy largo y aún tengo que buscar la bolsa de deporte y el carnet de socio… el carnet menos aprovechado de todos los que tengo. Mientras voy a ir practicando: izquierda, derecha, "tu otra derecha, que tu siempre tienes dos"
Que bien se siente uno cuando se deshace de las vergüenzas del “no hacer”.
(Foto: sinverguenza, ¿de que creías que iba este post?)