viernes, 11 de junio de 2010

Amainará, mis disculpas por el temporal.
Encontré la razón por la que las lluvias no cesaron en todo el año. Ni siquiera lo hicieron en los días en los que el verano se aproximaba. Perdónenme. Ingenua, no me había dado cuenta de lo que el agua quería borrar. Costó mucho que se deshiciese mi ídolo con pies de barro, pues ni siquiera yo sabía, que lo estaba idolatrando.

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Y de arcilla y paja se mancha, mi corazón descorazonado.