martes, 10 de febrero de 2009

La mujer de otro.



Ninguna televisión anunció que se había cerrado el aeropuerto. Parecía que aquella nieve que no les dejaba caminar no existía. Al llegar con sus maletas, en el cielo nada que no fueran grajos muertos de frio se movían y en el suelo, filas serpenteantes de humanos se esparcían por todo el aeropuerto buscando soluciones. Horas de pie a la espera de llegar a un mostrador, cuerpos cansados que se acurrucaban sobre cartones para pasar de la mejor forma posible la noche, ojos desbordados ante la impotencia. Inés ya no tiene nada que leer, y en esas condiciones es incapaz de conciliar el sueño. Su compañero permanece sobre unas bolsas dormido. Esquivando un par de piernas se levanta y con las últimas páginas que la hicieron volar en la mano, decide buscar a alguien con quien cambiar por otro su libro, alguien en su misma situación. Habla con varios grupos, mostrando su mejor sonrisa pero las barajas pesan poco y la gente, las prefiere en su equipaje a los libros.
La necesidad de consumir un cigarrillo hace que salga fuera subiéndose el cuello del abrigo. Hay dos o tres personas devorando humo junto a ella. Un hombre de unos cincuenta años fija su mirada en la de Inés. A penas hay un metro de distancia entre ellos. Viste oscuro y entre las páginas del periódico asoma el canto de un libro. Inés se alegra. Ambos encienden un segundo cigarro mirándose. El hombre la pregunta -¿Qué lees?- a lo que ella responde- “Laura y Mario, de Millás, no se si te suena ¿y tu?”-sonriendo el hombre contesta- “Pues otra historia de cuernos de Torcuato Luca de Tena, La Mujer de Otro ¿de dónde eres?”
Veinte minutos después, Inés sale del baño colocándose la ropa y vuelve hacia la esquina donde duerme su marido. Juan espera unos minutos, disimulando para salir del servicio. Vuelve a fumar fuera.
Inés tiene un libro nuevo, comienza con un número de teléfono escrito a pluma, después La mujer de otro, Torcuato Luca de Tena.

(Imagen: los libros y la nieve)