viernes, 5 de diciembre de 2008

Ortígas, pero de mar.



Estaban metiendo el equipaje en el maletero del coche, una maleta para ellos y otra para Marta. Ese puente iba a ser frío. La niña no dejaba de protestar. No iban a ser esos días de vacaciones tal como deseaba.



-Creía que iríamos a la casa de la prima Ángela- gimoteaba al ver los abrigos en vez de las chaquetas de punto que en el sur hacían falta.


- No es un buen momento para ir ahora cariño, tus primos están en Sevilla, que les toca el puente con su padre- con santa paciencia la repetían.



Sentada en el asiento del coche, recordaba los bocadillos de atún en manteca de por la tarde, las carreras por la arena mientras sus padres comían revueltos de ortígas en el roqueo y las escapadas con la bici hasta las salinas… el agua de la piscina, el juego de la gallina y las tormentas tropicales que las obligaban a quedarse en casa. Y todo era cálido, no como el frío que se veía tras la ventana. Si hasta estaba empezando a nevar… Marta casi lloraba.



-Marta, tu prima está al teléfono- dijo su madre mientras girada hacia el asiento de atrás se lo daba. Cuando colgó su madre la dijo que con las ganas que tenía de verla poca ilusión había mostrado, que cada día era más sosa.



Lo que su madre no sabía es que al otro lado del teléfono su prima lloraba por no poder pasar esos días juntas y Marta mantenía la compostura para consolarla. La nieve estaba dibujando preciosos paisajes, pero a ella la parecía espuma salada.



(foto de su playa)