jueves, 23 de octubre de 2008

¿Te vienes a Venecia?


Me ha llegado un correo de un amigo. Dice que ya está aquí, que ha regresado de Venecia. Que le ha encantado pero que había mucha gente. Cuando yo fui llegaba el invierno y la ciudad estaba perfecta. No me cansaba de pasear sus puentes, de perderme por los embarques y de esconderme por callejuelas tan estrechas que apenas podías pasar. Que maravillosa ciudad hueca. Por la noche grandes lámparas de cristal alumbraban salones vacíos, con los techos altos y la pintura desconchada. Al doblar cada canal suponías los secretos de cada casa. Con el vaivén de la góndola los ojos te engañaban y unas veces imaginabas los salones llenos de gente, con voluptuosos vestidos de sedas brillantes y cada cara tras una máscara. Otras te veías desnuda sobre una manta en medio de cualquier habitación casi deshabitada, sin máscaras, sin prejuicios y disfrutando del sexo con alguien que no era de debido y sin importarte nada. Él me preguntaba -¿en qué piensas?- y yo le respondía -disfruto de las casas.
(Foto de una esquina de Venecia)